sábado, 31 de mayo de 2008

Hermosa locura 5:45 a.m.


Mis ojos se abrieron casi al mismo tiempo que mis orificios nasales.
Un perfume de rosas y pinos entró felizmente por la ventana junto con un silencio largo, pausa en la cercana carretera. Debía ser tarde, no se escuchaba ningún coche gastando caucho sobre el asfalto.
Frunciendo el ceño empecé a indagar entre las sábanas sobre el destino de mi móvil. Lo encontré debajo de la almohada.
5:45 a.m., rezaba un pequeño reloj digital en uno de los costados de la pantalla. Ese reloj evidentemente funcionaba bien. Era el otro, mi reloj biológico, el que estaba fallando. Da igual, me dije…de todos modos ese día lo tenía libre.
Por algún motivo de esos que uno no termina de comprender una fuerza irresistible me catapultó, en medio de lagañas y bostezos, fuera del lecho.
Le di unos sorbos a un zumo de papaya que tenía en la nevera y salí a la terraza.
Lo primero que vi al salir era el traje de neopreno y el bañador. -Mhhh, una señal divina, me dije-

Dos minutos después estaba en la calle bajando decididamente la pendiente hacia la playa.
Kayak al hombro empecé a andar hacia la playa. No podía arrastrarlo ya que despertaría a medio Garraf junto con un más que justificado mal humor de algún vecino y algún que otro merecido insulto.
-No podías elegir otra hora más complicada, verdad?- me dije, pero cuando uno tomaba estas decisiones nunca podía echarse atrás sin ver mancillada su masculinidad.

Cuando siento la arena suelto mi pesada carga sobre ella. La verdad que a esa hora su peso se multiplicaba con sus consiguientes efectos.
Miré a mi alrededor, sobre todo hacia el mar. La niebla era tan espesa que el mar era una masa totalmente negra de la cual provenían sonidos que me indicaban que aunque no se viesen, grandes masas de agua se desplazaban acompasadamente.
Comencé a remar dejando la costa cada vez más lejos a la vez que me adentraba en la espesa bruma. Una masa invisible levanta la proa de mi kayak dando uno de esos pantocasos a la nada que tanto me gustan. Más de una vez me preguntaron si no me daba miedo adentrarme en el mar de noche. –Por que habría de tenerlo?-, respondía yo.
Y más o menos siempre me respondían lo mismo –Es que no se ve nada…-

Me dije que la vida es así, un constante adentrarse en lo incierto, intentando disipar en vano las brumas que no nos dejan ver el camino a seguir. Y sin saber nunca a ciencia cierta con que nos toparemos.
Y así seguí remando perdiendo casi la cuenta del tiempo que llevaba haciéndolo. Una luz verde perdida entre las tinieblas me indicaba que un barco navegaba de babor a estribor, lo único que podía ver en esa noche tan espesa.
En ese momento tomé conciencia de que estaba solo en medio de esa noche brumosa. Si me pasara algo nadie se percataría de ello. Miré hacia atrás y unas luces demasiado pálidas me indicaban que el pueblo estaba bien lejos, y que ya era tiempo de dar la vuelta y volver a casa. Y eso hice.
Algo se agitó no muy lejos de mí y me dije que ya sabía que el mediterráneo tenía aún mucha vida, pero que en esas condiciones prefería que obviase manifestarse.

Un viento comenzó a levantarse y una inesperada masa negra me alzó dirigiéndome rápidamente hacia la costa.. Comencé a remar rápido para no caerme y cuando vi la boya ya era muy tarde, intenté tirarme de costado pero el kayak chocó contra ella y sentí como su duro plástico me golpeaba en la espalda.
Mi kayak salió algo antes que yo, que venía detrás, con una mano en la cintura y el remo en la otra. Sin saber si culpar a mis años o a el destino.
Algo dolorido, me tumbo en la arena y me quedo mirando el cielo en silencio. Las estrellas también habían desaparecido detrás de la bruma, pero sabía que allí estaban de todos modos. Una intempestiva carcajada brota de mi boca mientras mis brazos se movían como aspas sobre la arena.
-Las tonterías que uno hace, sólo para saber si aún sigue vivo- me dije


martes, 27 de mayo de 2008

Algo de Mitología

Este es un antiguo mito sumerio (4.000 a.c., aprox) que nos demuestra una vez más, a aquellos que aún nos empecinamos en creer que algo ha cambiado en la condición humana, que estamos totalmente equivocados. Leéanlo, es muy gracioso y por demás interesante.



DUMUZI Y ENKIMDU


Una de las represetaciones de Inanna-Ishtar, entenderéis luego porque la historia se desarrola de la siguiente manera:


Un día, el héroe, el guerrero, el dios sol Utu, le dijo a su hermana la sagrada Inanna, que se hallaba paseando por la orilla del río.



-¡Hermana, diosa pura que te manifiestas en el cielo! El que llena el establo de ganado, el que fabrica la buena mantequilla, el que facilita carne a los dioses, Dumuzi, a quien ves allí apacentando su rebaño, desea tu corazón . También - y eso ya lo sabes, porque es tu preferido- aquél que se inclina ante los surcos, el que fecunda los canales y las acequias, el que produce cereales y plantas, Enkimdu, también te pretende. Los dos te cortejan, los dos se presentan a tu elección.


Después de estas palabras, Utu intentó aconsejar a Inanna:



-Oh hermana mía, deja que el pastor se case contigo! Por qué, doncella Inanna, no quieres? Escucha: su mantequilla es buena, su leche es buena. Todo lo que el pastor toca con su mano resplandece. ¡Oh Inanna, desposa a Dumuzi! Tú adornada de piedras shuba, ¿por, que no quieres?

Inanna respondió a su hermano Utu:



-El pastor no se casará conmigo, no me envolverá con su manta tosca, su burda lana no me cubrirá. Quien se va a casar conmigo, doncella que soy, será el labrador. El labrador que hace crecer el grano en abundancia para mi mesa.


Dumuzi, el pastor, habiendo oído - pues no se hallaba muy lejos - que la diosa prefería a Enkimdu el rey del dique, del canal y del arado, enterado Dumuzi de las preferencias de Inanna, se enfureció y se puso a hablar en voz alta:

-¡Prefiere al labrador! pero, el labrador, ¿que tiene más que yo?
Prefiere a Enkimdu, el rey del dique, del canal y del arado. ¿Que tiene el labrador más que yo? ¿En qe es superior? Si él me diera su harina negra, yo le daría al labrador mi oveja negra a cambio; si el me diera su harina blanca, y le daría mi oveja blanca a cambio, si él me diera su mejor cerveza, yo le serviría mi exquisita leche Kisim a a cambio; si el me diera su cerveza espesa, yo le serviría mi leche batida a cambio; si él me sirviera su cerveza diluída, y le serviría mi leche U a cambio. Si él me diera su buena planta hahala, yo le daría mi leche itirda a cambio; si él me diera sus habichuelas, yo le daría mis pequeños quesos a cambio. Cuando yo hubiera comido , cuando hubira bebido, le dejaría mi mantequilla sobrante. ¡Más que yo! Que tiene el labrador más que yo?

Terminado su soliloquio, que había sido oído por Inanna, la reina del cielo titubeó en su decisión, ya no le parecía mal el desposarse con un pastor. Incluso, miró a Dumuzi con buenos ojos. Además la gallardía y la juventud de aquél pastor no le desagradaron en absoluto. (cualquier acotación está de más).

Dumuzi, que en todo momento se había creído superior a su oponente, advertido del cambio de criterio operado en Inanna, se alegró, se regocijó frente a los pastos de la orilla del río. Por allí iba apacentando sus ovejas.

Hacia el pastor que caminaba de un lado a otro por la orilla del río, he aquí que se dirigió el labrador, ellabrador Enkimdu.

Dumuzi, el pastor, inició una disputa con Enkimdu, el labrador, el rey del dique, del canal y del arado, en la campiña.
El labrador, que era una divinidad pacífica, anhelante de la cordialidad y de laamistad, no quiso confrontarse con el pastor, sobre todo al ver que Inanna había mudado de opinión. Con tranquilas palabras le dijo:

-Por que debo competir contigo, oh pastor? ¿Por que habría de enfrentarme? deja que tus ovejas coman la hierba de la orilla del río, que tus ovejas coman mis tallos ya crecidos en mi campiña, que coman grano en los resplandecientes campos de Uruk, que sus caritos y corderos beban el agua de mi canal de Isurugal.

Oídas aquellas palabras, Dumuzi le contestó:

-En cuanto a mí, que soy un pastor, quiero que, oh labrador, asistas a mi boda como amigo. ¡Oh labrador Enkimdu, que puedas asitir como amigo a mi boda! ¡Que puedas venir como amigo! ¡Te consideraré un amigo!.

Enkimdu, dirigiéndose a Inanna, le habló en estos términos:

-Joven muchacha. Como regalo de boda te traeré trigo, te traeré habas, te traeré grano gunida de mi ampiña. Te traeré todo lo que sea bueno para ti. Joven Inanna, te voy a traer cebada Tun y judías Sal.


Y así termina este sencillo poema sumerio (lo siento si esperábais un final lleno de trepidante acción, no sería justo el modificarlo) ya que los había más complejos y mejor elaborados, pero por su vigencia me pareció que debía ser desempolvado y por que no, debidamente analizado. Para reflexionar un poco sobre la naturaleza humana y su inmutabilidad ante el paso del tiempo.