miércoles, 26 de noviembre de 2008

Huellas en la arcilla



I



Shamash descargaba implacable sus rayos sobre sus cabezas. Sus ropas parecían resecos sacos que se transformaban en pesada carga por el polvo que acumulaban y las moscas revoloteaban alrededor de sus globos oculares, en busca de algún resquicio de humedad en aquel infernal valle.
Hasta los duros guardias enfundados en sus corazas de cuero curvaban sus espaldas bajo la inclemencia del dios solar.
La ribera del Eufrates y sus verdes orillas habían quedado detrás. La caravana se dirigiría a la antiquísima Kish o a la sagrada Nippur, pero eso sólo debería ser de la incumbencia de un comerciante y no de un esclavo.

Al principio de la caravana el carro revestido de refulgentes placas de bronce avanzaba resueltamente sobre el suelo pedregoso, tirado por tres fuertes caballos. Una mano cargada de anillos se alzó enseñando su dorso y un guardia cercano de hosco aspecto hizo detener la marcha.
Varias cabezas se giraron en distintas direcciones y murmullos de curiosidad o miedo se escucharon entre los nuevos esclavos. Sólo uno parecía ajeno a todo y no quitaba sus ojos del suelo.
La razón por la cual se detenían no tardó demasiado en hacerse ver. A unos cien pasos de allí, sobre un promontorio rocoso de unos veinte codos de alto, una melena dorada ondeaba al viento. Sus patas se afirmaban sobre la roca como poderosas columnas y sus ojos parecían más bien indiferentes a la caravana.

-Alcánzame mi arco, Agamenón- dijo el veterano mercader extendiendo su brazo hacia el micénico que conducía el carro.

-Vaya, Sharrukin, los dioses bendigan tu vista de halcón y que tu pulso se mantenga firme…has vuelto a arrebatarme una presa!-exclamó el otro mercader que viajaba también en el carro.

Sharrukin se volvió hacia su amigo, enarcando una ceja a la vez que le tendía su arco y le decía, no sin cierta socarronería: -Oh mi gran amigo y socio Assur Nim! Quizás no sea yo quien abata a este hermoso leónl y si tu pulso aún no tiembla como las hieródulas de Ishtar al perder su gracia, puede que su piel aún tenga un lugar preferente bajo tus pies.

-Amigo mío, si seguimos hablando creo no estará ni debajo de mis pies ni en tu pared….-terció Assur Nim a la vez que rechazaba el ofrecimiento de su amigo

Como respuesta, Sharrukin esbozó una media sonrisa a la vez que tensaba su brazo derecho y el viejo pero aún infalible arco escita se curvaba bajo la tensión de sus dedos. El león permanecía impasible sobre la roca, pareciendo disfrutar del leve viento que sólo movía las capas de aire caliente, ignorante del peligro que cernía sobre él.
-En ninguno de los dos lados, será un buen regalo para nuestro amigo y benefactor, Assurbanipal- dijo Sharrukin, a la vez que sus dedos índice y medio liberaban la tensa cuerda.
La flecha, cortando el aire y transformada en infalible instrumento de muerte se dirigió al corazón del animal. La punta de hierro levantó astillas en la roca y la madera se partió en dos. El león permanecía impasible, como si nada hubiese sucedido.

-No puede ser, nunca he fallado desde esta distancia, creo que se ha movido- exclamó atónito Sharrukin.

-Acepta lo que no quieres aceptar, socio, los primeros síntomas de decrepitud llegan de manera violenta, déjame probar a m í -dijo el otro mercader a la vez que palmeaba el hombro de su amigo.

Assur Nim disparó su arco, apuntando a la garganta del animal, pero la flecha pasó a unos centímetros de la misma, clavándose en un tronco reseco que estaba mucho mas atrás.

Sin poder reprimir una sonora carcajada, Sharrukin observó: - Vaya!, no te preocupes amigo!, al menos cuando tengas que levantar un ritón con buena cerveza seguro que tu pulso no fallará!.

-Tenías razón - dijo Assur Nim – es increíble pero ha esquivado la flecha, ha vuelto a moverse pero sigue en el lugar…

-Mejor sigamos nuestro viaje amigo – le contestó Sharrukin mirando hacia el sol – quizás no es más que una ilusión creada por Shamash para nuestro divertimento o algún indescifrable presagio que deberá ser interpretado, quien sabe? – Y a una señal prosiguieron su marcha.

Por la noche acamparon no muy lejos de un bosque de cedros que comenzaba más adelante. Decidieron que sería peligroso adentrarse en él cuando las sombras ya habían caído y Sin ya brillaba redonda en el firmamento.
Bullía en la marmita su atractivo contenido. Los francolines perfectamente limpios y con las mollejas y los menudillos debidamente preparados, las maderas aromáticas y la ruda deshojada llenaban el campamento de un aroma que hacía crujir las tripas y babear las bocas.
Había varios fuegos preparados porque esa noche hacía frío. Los rostros se iluminaban mientras miraban las llamas, algunos charlaban animadamente, incluso algunos esclavos hablaban alegremente sobre sus nuevos amos, que parecían ser gente importante. Pero había uno que seguía aún en silencio, sólo miraba las llamas y no se sabía bien si sus ojos eran dos tizones o simplemente reflejaban el fuego que danzaba delante suyo. Apenas si bebió cerveza labku y comió el pan ácimo que los demás sólo veían como el preludio de los pajarillos que nadaban en la gran marmita.

Assur Nim y Sharrukin veían acrecentada su natural verborragia por efecto de la cerveza. El primero señaló hacia el viejo que revolvía el caldero y arrojaba hierbas y especias en su interior y levantó su copa hacia él – Que los dioses del cielo y del Apsu, el abismo primordial, te protejan, oh Uballit-Marduk, encantador de estómagos!- El viejo respondió con una sonrisa a la vez que agachaba su cabeza.
-En verdad que nunca me arrepiento de traer a mi fiel sirviente en los viajes, aunque últimamente ya son algo duros para él- comentó Assur Nim.

-Mucha agua fluirá en el padre de los ríos y aún Uballit-Marduk seguirá sorprendiéndonos con su cocina, pero por suerte creo que ya he conseguido un joven ayudante que lo asistirá en todo y aprenderá todas sus artes, parece un muchacho muy avispado, es hijo de un alfarero de Borsippa que lo ha dejado a mi cuidado, dice que el muchacho no siente interés por el arte de trabajar la arcilla, pero si curiosidad por la cocina, veremos que tal resulta!!. Por cierto, tu contable estaba muy enfermo cuando dejamos Nínive y de eso ya hace varia lunas, has tomado alguna medida al respecto? .

-Si – respondió Assur Nim- ya sabes que Nergal es implacable cuando nos llega la hora de bajar al inframundo y aunque me cueste aceptarlo creo que el pobre fenicio tiene ya poco por hacer entre nosotros, siempre tuvo una salud muy delicada que se la achacó la humedad de su ciudad, Tiro. Ves ese que está allí?- dijo señalando hacia aquél que antes permanecía inmóvil mirando el fuego y ahora se hallaba tumbado, como contemplando el firmamento- lo compré en Borsippa a un hombre de confianza. Me dijo que era un escriba que dominaba varias lenguas, pero que en un accidente había perdido el don del habla, pero escucha perfectamente y es muy virtuoso trabajando sobre la arcilla.

-Tráelo- dijo Sharrukin- quiero conocerlo.

A una seña de Assur Nim un guardia quitó de su letargo al hombre que se dejó llevar ante los mercaderes como si no le importase nada. Vestía ropas algo más grandes que su talla y sus cabellos y barba estaban mal cortados, descuidados. Y si bien su aspecto era más bien el de un pobre mendigo que el de un esclavo o prisionero que se pretende vender por un buen precio, sus manos eran delicadas como de quien no conoce el trabajo duro, y su piel no parecía haber conocido muchos soles.
El hombre se sentó delante de ellos y con una leve inclinación de su cabeza aceptó el pan y la jarra de cerveza que le tendieron.

-Me ha dicho mi amigo Assur Nim que no posees el don del habla, pero si el de la escritura – agregó Sharrukin a la vez que le tendía una bola de arcilla aún fresca y una cuña de madera.- cuéntanos quien eres y porque has llegado hasta aquí, demuéstranos tus conocimientos.

El hombre permaneció inmóvil, contemplando la informe bola de arcilla que tenía en sus manos. Los minutos transcurrían y ni un músculo de su cuerpo se movía.

Assur Nim, sacudió la cabeza, y estrujó su rizada barba, como si estuviese decepcionado, y le dijo a Sharrukin.
-Amigo, veo que me he equivocado y cuando lleguemos a Nippur deberemos vender a este pobre desgraciado, con mucha suerte, a un quinto del valor que por él he pagado. Míralo, con esas manos no puede ni labrar la tierra!!!-

El esclavo comenzó a mover sus manos y a estirar la arcilla y con gran habilidad comenzó a trazar unos caracteres en la tablilla. Después de unos minutos había terminado de escribir y para sorpresa de los mercaderes les hizo señas de que necesitaba más arcilla. Le alcanzó la tablilla que ya había completado a Assur Nim y empezó a estirar otra plancha.
Assur Nim cogió la arcilla y comenzó a estudiarla con detenimiento.

-Mhhh…vaya –exclamó- Mira esto Sharrukin…”En cuanto a ti – leyó- “tu mandamiento será inmutable, tu palabra perdurará…” es parte del Enuma Elish, el poema de la creación que exalta al gran Marduk, ha escrito un mismo verso en asirio, babilónico, fenicio y…no se… - señaló con su índice la última columna- esto es…me resulta familiar pero no alcanzo a entenderlo…quizás tú…

-Es sumerio, amigo mío – afirmó Sharrukin – la escritura primordial que los dioses legaron a los hombres en Uruk hace muchísimo tiempo. Ya no se habla ni se escribe sólo…

-Solo en los templos, es la lengua ceremonial de los sacerdotes – dijo Assur Nim a la vez que cogía la tablilla que le alcanzaba el esclavo y la miraba con detenimiento.
Después de estudiarla durante un breve lapso de tiempo miró seriamente al hombre que tenía sentado frente a él, lleno de andrajos y se irguió lentamente.

Sharrukin miraba sin comprender a su amigo, que hacía una leve reverencia ante el pobre desdichado.
-Sharrukin, si lo que dice este hombre es cierto, nos hallamos ante un importante personaje –decía el mercader a la vez que le extendía la tablilla a su socio, que no dejaba de mirarlo con extrañeza- y ésta, es su historia, la historia de Lugalbanda.