jueves, 3 de abril de 2008

Susurros de Itaca

La barca de Ulises distaba mucho de ser una arrogante birreme, atracada en las arenas de su pequeña y casi ignorada isla.
El telar de Penélope era un intrincado mundo en donde tejía y deshacía a diario sino y destino de solícitos mortales.

Un día el destino o los ocultos digitadores del mismo los unieron, como si ello, desde hacía muchos años, hubiese estado escrito.

Un enorme disco plateado les brindo su luz para que sus manos y sus labios pudiesen encontrarse.

Y Ulises vió que su humilde y pequeña Itaca podía contener más amor en su bahía del que jamás hubiese podido imaginar.
Y Penélope sintió que su mundo se tambaleaba por completo entre la incertidumbre que nace en lo más profundo y las manos que navegan por la piel.

Y Ulises vió que la arena que cubría esa playa se transformaba en dorado polvo apenas alterado por el hálito de los dioses.
Y el mar en esmeralda líquida, sólo porque los pies de ella habían apartado sus aguas

Y en torno al lecho coronado de estrellas giraron galaxias, se hicieron y deshicieron mundos y ellos siguieron amándose.

Entre el perfume de los naranjos ella recordó su tierra y él logro llegar a su alma.
Y un amor al asedio derribó muros que parecían infranqueables

Pero los dioses amodorrados en su tedio olímpico una vez más no pudieron ser simples espectadores y volvieron a intervenir y el agua de la clepsidra, que parecía haberse detenido entre aquellos parajes, volvió a seguir su cauce.

Una enorme ave vino a buscarla y Ulises, impotente, contempló como le era arrebatada de sus brazos, quedando sólo medio corazón en su pecho.

En un guiño de complicidad Hermés fue su mensajero y ellos, a espaldas de los otros dioses, pudieron seguir amándose.

Al igual que las estrellas pierden su brillo a la distancia el fuego de su amor también se atenuó, mas no se apagó.

El siguió a merced de las mareas en su barca.
Ella siguió tejiendo y destejiendo.

Hasta que la enorme ave volvió para buscarla y esta vez ella no quiso dejarla partir y nuevamente se dejó transportar, simplemente se dejó llevar como la pluma que está a merced de la brisa.

Ella divisó Itaca desde los aires y supo que allí estaba él y como un soplo de aire fresco que agitó las plumas de la gran ave, los recuerdos vividos no hacía mucho tiempo irrumpieron en sus sentidos con una fuerza que no supo o quizás no quiso detener.

El la esperaba, envuelto en un manto de ansiedad y temores. Tal era su inquietud que pidió que lo encadenasen al palo mayor de su nave para no correr dominado por aquella pasión que lo sofocaba.

Cuando se vieron todo lo que había a su alrededor se transformó en un paisaje borroso y
sin definir.
Sólo estaban ellos contemplándose. Pupilas atónitas, espíritus inquietos.

Y sólo fueron ellos tumbados de nuevo en esa playa, sólo separados por el suave aliento del céfiro entre sus rostros, sintiendo como renacía aquello que tan sólo estaba dormido.

Y de nuevo volvieron a brillar las estrellas en torno al lecho, aún con más intensidad que antes.

Y él le ofreció su más intima esencia, que ella aceptó.

Los dioses, quisieron volver a intervenir sembrando la duda y los miedos en ellos.
Pero ellos se anticiparon abriendo todo su ser y liberando aquellos demonios antes de que pudiesen poseerlos.
Y lograron entender la naturaleza de sus temores y supieron que hacer con ellos.

Y con hermosos parajes, mar y mensajeros emplumados como testigos volvieron a soñar juntos y fueron más allá esta vez; y entre tímidos proyectos enmascarados de ilusiones florecieron sus anhelos.

El volvió a coger su barca, más ya no era un madero a la deriva sino que había un rumbo y un sentido en su existencia
Y ella volvió a sentarse en su telar, sabiendo que cuando terminase estarían de nuevo juntos.
Y los dioses se retiraron a sus aposentos en el olimpo, ya nada más tenían por hacer.
Y se dedicaron a contemplar algo que crecía más allá de sus voluntades.
Y en lo más profundo de esas almas libres, que en su fulgor cegaron los ojos de los inmortales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que lindo, espero que si tiene una destinataria lo sepa valorar.
Con vos conocí un mundo nuevo, hace tiempo, pero nunca lo olvidaré.
Gracias,

D